El viento del atardecer gemía, modulando un horrible canto fúnebre, acompañamiento adecuado para lo triste y descolorido del paisaje, bajo el cielo cubierto. Andaba buscando algún alivio contra aquel frío pero la opresiva estación parecía no terminar nunca. Meara resopló abajo. Me volví al tiempo que Ashyra entraba en la terraza del castillo.
Desde siempre había sentido un profundo respeto por aquella maga y el clan al que pertenecía, pero desde que fui aceptado en el mismo ese respeto se había convertido en verdadero aprecio. Profesaban una profunda reverencia y una gran comprensión del mundo que nos rodea, aún cuando dicho mundo cambiará a gran velocidad. También eran sabios en cuanto a las reacciones de la gente. Tal vez la razón más fuerte de ese aprecio fuera que me habían acogido con bondad, me habían ayudado a comprender muchas cosas y habían hecho de mi uno más del clan.
- Te estaba buscando, Eldrion. Se me ocurrió que estarías aquí.
- Miraba hacia fuera con la esperanza por que llegue el buen tiempo.
Nos dirigimos hacia la sala de reuniones. Hacía varios meses que el clan no se reunía, y en la planta de abajo nos esperaba una mínima parte de lo que un día fuimos. Mientras caminábamos por las estancias del castillo cobré consciencia del imponente escenario que representaba. En aquel lugar se encontraban innumerables objetos que atestiguaban grandes momentos en los que habíamos participado. Cientos de recuerdos se agolparon en mi mente.
De repente miré hacia abajo y vi mis propias ropas. Cuanto habían cambiado las cosas en tan solo unos años. Gracias a ellos comprendí que no se pueden atar unos principios a una persona o institución, sino a la causa que creemos oportuna. Esa fue siempre nuestra máxima, independientemente de que esa empresa se lleve a cabo por un personaje proverbial o por una búsqueda del equilibrio. Mucha gente nos ha tachado a lo largo de este tiempo de ser traicioneros y materialistas, y esto no es más que el producto de su propia ceguera, puesto que siempre llevamos por delante con orgullo el apelativo de mercenarios.
Pero ahora muchos se han ido, más de los que han venido. Incluso la sabia elfa que camina a mi izquierda se marchará tras la reunión a atender asuntos ajenos y desconocidos para nosotros. Una pregunta que me lleva rondando la cabeza desde hace algún tiempo se repite cada vez con más fuerza: ¿qué haremos ahora?. Nuestro futuro se decide tras las puertas que tengo ante mis ojos, y no es muy prometedor.
De pronto, como el que viaja al pasado donde parece que el tiempo se hubiese detenido, al cruzar el umbral toda sombra de mi pensamiento se desvanece. Veo a Acid y Nireo discutiendo, reflejando en sus rostros la misma vitalidad y ambición que les condujo hasta nosotros, el mismo reflejo que muestran las caras nuevas que tengo ante mis ojos. Ahora me doy cuenta de todo: ¿Qué importa cuantos estemos?, si el espíritu sigue siendo el mismo y haremos lo que mejor sabemos hacer: ser mercenarios. Veo a Pandora acercándose hacia mí, obsequiándome con una radiante sonrisa. Nuevos tiempos se presentan ante nosotros ofreciéndonos nuevas oportunidades.
- Te veo muy contento Eldrion, ¿a que se debe?
- Es que acabo de darme cuenta que el tiempo está cambiando.
“Mercenarios, sin patria, ni ley, ni Dios, ni bando, ni Rey. Con todos, pero con ninguno, contra todos, pero contra ninguno, solo por y para nosotros mismos”