Mientras atravesaba aquél blanco bosque, podía vislumbrar que mirara por donde mirara, estaba lleno de árboles cubiertos de nieve. Hacía mucho frío. Notaba el frío en la cara, que provenía del helado viento del norte, que soplaba con tanta fuerza, que se hacía notar a pesar de los kilómetros de distancia que separaban ambas tierras. Imaginaba aquel mismo lugar, en cualquier otro momento del año, sin frío, sin nieve, sin ese sentimiento estremecedor y sentimiento de soledad, de estar en la nada, todo blanco, en la nieve. Pero no, no era posible cambiar el presente. Ni estaba en otra estación del año, ni nada iba a hacer que cambiara el momento, ni la situación en la que se hallaba. Ni quería realmente. Miraba a su alrededor y pensaba, que nadie podrá oírle a unas cuantas yardas a su alrededor, ni si quiera gritando con todas sus ganas. Y así lo hizo. Lanzó un grito al frío y gélido aire, siendo el único testigo de aquellas palabras vociferadas en alto por aquel bardo, el blanco y helado paisaje nevado que se extendía ante su mirada. No tenía miedo. De hecho, rara vez había experimentado tal sensación de paz.

Relato sobre un joven bardo, que buscaba aventuras en Invierno.