Un día frío y lóbrego, nació un hombre llamado Amon Amarth. Al poco de nacer, sus padres le abandonaron en una casa pequeña de madera, en cuyo interior vivía una mujer mayor, de unos 60 años, con el pelo sucio y descuidado, pues la guerra llevaría al límite la escasez de alimentos y agua.
Empezó a criarlo a los cuatro años, enseñandole cosas básicas de la vida, y tras tres años de aprendizaje, vino un hombre robusto, con una gran barba y pelo largo rubio. Era un caballero procedente del norte, que buscaba aprendices para guiarlos en la lucha, y así, por fin, acabar la guerra que tanto afectaba a toda vida humana.
A medida que el muchacho crecía, fue mejorando en el arte de la espada, arco y manejo del escudo, hasta que finalmente, cumplidos sus catorce años de vida, se convirtió en un honorable guerrero. Una noche, abrigados por un fuego en medio del bosque, Amon le preguntó al caballero por su nombre y su procedencia. Frunció el ceño, apartó su mirada al fuego y en una voz ronca y grave le dijo:
-Mi nombre es Ulf, procedo de tierras nórdicas, de una pequeña región al este de Trondheim cuyo nombre ya no recuerdo.- Pronunció con lágrimas en los ojos. Y entonces entendí, al ver su expresión, que era su hogar.

Semanas después, ambos caminaron por un sendero al oeste de unas montañas nevadas, cuando de pronto, se encontraron con una gran batalla, con varios miles de guerreros en ella. Amon quería pelear, pero Ulf sabía que era demasiado peligroso para él, y no quería que muriera en aquella batalla, pues el destino del mundo estaba en manos de ese aprendiz. Los dos corrieron montaña arriba, de pronto, Ulf se paró y cayó al suelo, Amon seguía corriendo pero cuando se dio cuenta de lo que ocurrió, miró atrás y vio a Ulf con una flecha clavada en la espalda, que le atravesaba hasta el pecho. Fue a toda prisa a intentar ayudarle, y cuando llegó hasta él, Ulf le susurró al oído:
-Amon, eres noble y valiente, y algún día llegarás a ser el mejor guerrero, pero aun te queda entrenamiento, tendrás que descubrir las habilidades de los caballeros por tí mismo. No te asustes, ahora, vuelvo a casa con mis padres. -Dijo con una voz tan suave que apenas se oía.

Tras unos años desde aquel suceso, Amon fue viajando por tierras nórdicas, aprendiendo cada habilidad que le enseñaban. Finalmente, estaba preparado para la guerra, la guerra que decidiría el destino del mundo.

El mundo se sumió en un silencio, era el silencio que precedía a la tempestad. La guerra iba a llegar a su fin hoy, millares de guerreros, entre los que se encontraba Amon, partían desde una ciudad llamada Britannia, hasta un gran prado donde el enemigo esperaba al otro lado. Amon cerró los ojos y dio comienzo la batalla. Amon tomó su arco y junto a los demás arqueros lanzó una descarga hacia el enemigo que venía veloz, por consiguiente, tomó su espada y avanzó con gran rapidez hasta entrar en contacto con el enemigo. Los cadáveres se abrían a su paso, con su brazo ardiendo del peso de la espada y la hoja llena de sangre. Pasaron cinco horas, de una batalla constante hasta que solo quedaba un enemigo, un paladín que no se atrevió con el joven muchacho. Tiró su espada al suelo, se arrodilló, y con nobleza, Amon le apuñaló el corazón, pues no merecía vivir. La guerra había terminado.

Amon regresó a las tierras donde nació, y vio a una pareja cultivando hortalizas en un huerto cerca de un río, en ese instante, sintió un profundo sentimiento en su corazón, eran sus padres... Había regresado a casa en un mundo de paz.