I. El comienzo.

Era una gélida mañana de invierno, el bosque mágico estaba cubierto por un espeso manto níveo en el que sólo se podían distinguir algunas flores que se permitían el lujo de florecer en invierno. Las margaritas, casi irreconocibles a simplete vista, dada la blancura del entorno, los brezales y las violáceas hortensias de invierno resaltaban en lo que era un completo matiz de blancura. Los árboles carecían de hojas, la nieve, acumulada en sus copas esperaba pacientemente la llegada de la primavera, para poder derretirse y brotar en pequeñas cascadas por la corteza de los cedros y pinos.
En general el bosque se encontraba muy apagado, en el etorno había un silencio inquietante, demasiado extraño para ser el bosque mágico. De hecho era un silencio incomodador. Ese tipo de silencios que parece que acontecerá algo malo. El joven no se había percatado, él simplemente se dedicó a seguir su camino con su brillante hacha de hierro al hombro, en busca de una buena cantidad de troncos para su hoguera. - ¡No hay tiempo que perder mirando las musarañas,mi padre se enfadará si me retraso !- dijo el muchacho para sí. Y sin más preámbulos se dispuso a talar un enorme cedro. Con el primer golpe que dió a la corteza del árbol. Se le vino encima un descomunal montículo de nieve que le dejo cubierto hasta las rodillas. El chico solamente esbozó una sonrisa y siguió trabajando.

Pasaron las horas y ya tenía un buen montón de troncos para el fuego, así que se dispuso a volver a su aldea. Al retornar a su casa encontró algo inimaginable y traumático.
Todos los habitantes y familiares de su aldea se encontraban muertos. Habían sido brutalmente decapitados y desmembrados en lo que parecía ser un mar de sangre y vísceras. El chico no pudo evitar dejar escapar un grito de terror, los troncos se le fueron al suelo, acto seguido el corazón se le paró durante unos instantes. El miedo no le permitía dar un solo paso ni pensar con claridad. No podía entender que fue lo que sucedió y que clase de personas o criaturas, harían semejante acto de crueldad. Pasados unos instantes ¿o fueron horas? el tiempo en esos momentos de terror parece que alcanza unas percepciones extrañas. Decidió seguir caminando por su poblado, en busca de su padre. Por el camino encontró a su amiga de la infancia, desnuda y con la garganta rajada en un enorme charco de sangre. Un amargo regusto a bilis le subió por la garganta y acto seguido bomitó. A medida que avanzaba, sus ojos no paraban de ver barbarie y atrocidades inauditas. Hasta que llegó a la puerta de su casa que estaba rota por la mitad. Y dentro encontró a su padre, o lo que quedaba de él. tenía una vieja espada llena de muescas y un escudo de madera en sus manos. Y lo que parecía ser su cráneo esparcido por el suelo. El joven se quedó pálido. Hasta que de repente escuchó un atronador cuerno de guerra, seguido de unos tambores. Le pareció que el sonido venía del norte, así que sin un segundo que perder, cogió la espada y el escudo y marchó como alma que lleva al diablo al sur. Lo más rápido que pudo.