Una mini-historia :P
Lo siguiente ocupa en Word 2003 una hoja y media, acá son un par de renglones xD
Ahí va:
Soy Kirtash. Un soldado exiliado de Vesper.
Hace cinco años se me inculpó de haber abandonado a la suerte a mi propio hermano a manos de un dragón y, desde entonces, por motivos que saltan a la luz, decidí alejarme de mi ciudad natal, de mi familia y de mi gente.
Desde entonces vivo en un refugio oculto en las cordilleras de Destard. Allí es donde esta historia comienza...
I – Otro día más
Me desperté con el sol del mediodía. La luz se reflejaba sobre la basta vegetación que cubría mi choza, dándole un tono verde olivo. Luego de un largo despertar salí al exterior para encontrarme con una abrumadora ola de calor, lo cual agradecía puesto que hacía semanas que llovía allí, en Destard. Mi espada todavía olía a Ameba. Esas repulsivas criaturas llegan hasta este lugar cada vez que llueve. Ni siquiera sirven de alimento. Todo su cuerpo está formado por veneno, el cual, si se conserva correctamente, puede ser muy útil. Luego de untar una generosa dosis en la punta de mi lanza, me dispuse a cazar.
En el pantano de Destard hay pocas criaturas comestibles, entre ellas, los Krakens. Corrí hasta llegar al límite entre éste y el bosque. Luego de adentrarme, comencé a ver movimientos. Un Kraken de tamaño medio peleando con una Ameba. No me alcanzaría para un día, pero no podía perder la oportunidad. Moviéndome meticulosamente, pude llegar hasta debajo de la raíz de un débil y pálido árbol que parecía haberse acostumbrado a la enigmática vida en ese ambiente. Tenía que esperar el momento justo para atacar. Siendo un día soleado tenía mucha suerte de haber encontrado a aquella bestia tan cerca del bosque. El Kraken intentaba atacar a la Ameba, pero ésta, resbaladiza, sólo puede ser herida por elementos punzantes o garras, las cuales él no poseía. A su vez, la Ameba intentaba incrustar su venenoso aguijón en el cuerpo de su adversario, sin éxito, gracias a su gruesa capa de escamas. Luego de un intenso y cansador combate, un ingenioso (o afortunado) movimiento de ésta última permitió que su ataque tuviera éxito, incrustando el aguijón en la parte baja de los tentáculos, donde la piel era más suave y las escamas escaseaban. Era el momento justo para actuar. Me levanté y, tan rápido como pude, lancé la espada de punta sobre la Ameba, la cual, segundos antes de morir, emitió un agudo y extraño chillido de dolor. El Kraken, cegado y entumecido por el veneno, yacía en el agua del pantano, moribundo. Di fin a su agonía con un simple pero rápido movimiento de mi lanza.
Después de atar todos sus tentáculos, emprendí mi viaje de vuelta al refugio. Como verán, mis combates no son emocionantes. Sólo me siento a esperar mi oportunidad para acechar al más débil. Podrán decir que es de cobarde, pero yo pienso que es una estrategia inteligente.
La carne de Kraken no es lo que se llama exactamente una delicia, pero al menos no moría de hambre. La comida era una de las cosas que más extrañaba de Vesper. Aún recuerdo el mañanero olor a pan recién hecho de mi ciudad natal. La risa de los niños jugando, haciendo travesuras. El típico ruido de las caravanas, las carretas de los mercaderes…todo había sido reemplazado por este húmedo, solitario y desolado lugar que ahora debía llamar hogar.
II – Nacido para desertar
Habían pasado días desde mi última comida. Los monstruos y criaturas escaseaban. Fui cuatro veces cada día adentrándome cada vez más en el pantano, pero no había nada. Ni siquiera un pájaro. Algo debía suceder, -quizás la falta de lluvia- pensé. Había estado soleado desde hacía cuatro días, un evento jamás ocurrido en Destard. El clima ya se tornaba a caluroso y seco, cuando normalmente era templado y húmedo. Apenas había nubes en el cielo. ¿Acaso los dioses se habían olvidado de aquel lugar? La desesperación y el hambre comenzaron a dominar la razón y comencé a pensar si debía irme de aquel lugar. Moriría allí si no hacía algo…
Dí una última mirada a mi choza. Aquella casucha había sido mi hogar por cinco años, y ahora debía desertar. De nuevo. Abandonaría otra vez a aquello que pude llamar hogar. Agarré mi lanza y mi espada, me subí al caballo y partí hacia el norte, rodeando la cordillera.
Hacía medio día ya que cabalgaba. Comencé a ver, a lo lejos, una leve separación entre el bosque. Lo que significaba una cosa: estaba cerca del río que desemboca en el mar de Britain. Al fin podría beber un poco de agua fresca. Cambié mi rumbo hacia la dirección en la que veía más vegetación. Me sentía cansado…muy cansado. Estaba llegando, faltaba poco. Mis ojos se cerraban y me sentía mareado. Debía estar muy deshidratado. Sin darme cuenta, todo se volvió oscuro.
A continuar.