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Tema: - Los leones de Cove - La fundación.

  1. #1

    Fecha de ingreso
    July-2007
    Mensajes
    4
    Reputacion: 10
    Poder de reputación
    0

    - Los leones de Cove - La fundación.

    Cove, la antigüa ciudad de mineros, hoy tan sórdida y oscura, fue antaño un lugar de riqueza y prosperidad donde abundaba el vino, las mujeres y las peleas de taberna. Y es en este pequeño enclave minero, donde se fundó uno de los cuerpos de élite más respetados de todos los tiempos, los leones de cove.

    Estos hombres y mujeres intrépidos, sagaces, y de genio vivo, probablemente antigüos buscapleitos, estaban capitaneados por un oscuro personaje, Sir ***** Al-dim, un guerrero curtido en las batallas de las espadas gemelas, acaecidas en los inhospitos desiertos de Nujel'm.

    De este singular guerrero se cuentan muchas historias, dicen que era capaz de matar a un oso de un puñetazo, aunque las malas lenguas comentan que esto era debido a su mal aliento, pues tenía los dientes negros y las tripas podridas de tanto beber. Sea como fuere, se las apañó para formar una tropa de bravos mercenarios, que a día de hoy todavía es recordada con orgullo, así comenzó todo...


    Cove. Año de la tortuga negra.


    Lord Iouth se paseaba inquieto por las murallas de Cove, los mineros borrachos estaban armando trifulca en la taberna, como siempre, ajenos a la amenaza que se cernía sobre la ciudad. Dos semanas antes, el comandante de Cove había recibido una cesta que contenía la cabeza putrefacta de un elfo noldor pinchada en un sable, cuya punta negra asomaba por la cuenca vacía de un ojo. Al parecer, los pueblos del mar, terribles y sanguinarios corsarios, habían atacado recientemente Vesper, y ahora amenazaban con arrasar Cove en su camino hacia Britain.


    - ¡Basura! - Mascullaba Lord Iouth - si piensan que pueden venir a nuestra ciudad y quedarse con todo, estan muy equivocados, y a fé mía que cuando lleguen se van a encontrar con un colchón de pinchos esperando.

    - Miii sssseñorrr - Se oyó una voz pastosa que provenía de las sombras.

    - Sal de ahí, ¡lengua de trapo!, ***** Al-dim podría reconocer tu hedor a mil robadas de distancia, hueles a sapo borracho.


    Una figura alta y embozada se materializó entre las sombras. - Miiiii señorrr - Dijo jocosamente - mientras vos estais aquí con vuestras cuitas, la alegría embarga a vuestra caterva de borrachos, os estais perdiendo una decadente orgía de alcohol y degeneración, ¿acaso os ofende la compañía de vuestros semejantes?.


    - Antes ajuntaba a un cerdo que a vos, sucio troll, pero ya que los cerdos no hablan disfrutaré de vuestros rebuznos.

    - Rebuznad conmigo entonces, pues ambos servimos en Nujel'm, bajo las ordenes de nuestro grandioso Lord Arnold, y vos aún seguís haciéndolo.

    - Escuchad, mi batracio amigo, estamos amenazados por los corsarios y vos os dedicais a montar fiestas, ¿acaso no os preocupa lo que pueda pasar?.

    - Oh, así que ese es el motivo de vuestros paseos, no os preocupeis entonces, puesto que vamos a morir de todos modos... ¡hagámoslo disfrutando de los placeres de la vida!. Sólo espero que la muerte me encuentre con la jarra llena en la mano y una oronda tabernera sentada en mi regazo ¡ja, ja, ja!. Pero... guardad silencio ahora, - dijo bajando la voz - pues la noche susurra sus secretos.


    Dicho esto, la figura embozada dió una voltereta hacia atrás y desapareció en las sombras.

    Mientras tanto, en la taberna del minero feliz todo eran risas y alborozo, unas doscientas personas, entre mineros, timadores, ladrones, taberneras, borrachos, soldados, mujerzuelas, mercenarios, bufones, juglares y gentes de mala vida se solazaban entre mares de cerveza, vino y risas. Los soldados, embriagados por la bebida, apostaban sus monedas para ver quien era capaz de beber una jarra de cerveza y recibir un puñetazo en la boca del estómago sin vomitar.

    Un grupo de viejos mineros, con las manos como rocas y las narices rojas del alcohol desentonaban animadamente una letrilla que decía así:


    "En tiempos de Loscalm el Rojo,
    el oro era amarillo,
    y ahora que manda Lord Arnold,
    es del color del presidio.

    Ayyyy, robar al recaudador,
    cien años son de perdón,
    si no te pescan los guardias,
    pasto serás del dragón.

    Los habitantes de Jhelom,
    montan en burra pelada,
    tienen las barbas azules,
    y se les cae la espada.

    Ayyyy, robar al recaudador,
    cien años son de perdón,
    si no te pescan los guardias,
    pasto serás del dragón.

    En Britain vive Lord Arnold,
    y gusta de muchas perdices,
    mas por estar tan sentado,
    le comerán las varices.

    Ayyyy, robar al recaudador,
    cien años son de perdón,
    si no te pescan los guardias,
    pasto serás del dragón.
    "



    En medio de tal algarabía hubo un estremecimiento terrible... ¡BOOMMMOMOMMMM!, y de repente toda la fiesta se transformó en un caos de humo, gritos y confusión, se oían toses y gritos angustiados de moribundos, los borrachos se empujaban unos a otros y saltaban sobre los muebles volcados, arrastrándose y luchando por salir de la taberna. De la puerta solo quedaban las bisagras, esta había saltado por los aires, clavando astillas a diestro y siniestro, mientras la sala aparecía inundada por el humo, el fuego y la oscuridad.

    Acto seguido se oyeron las campanas repiqueteando con frenesí mortal y los gritos de los soldados - ¡A las armas!, ¡nos atacan los piratas!. Una horda de borrachos, ennegrecidos por el humo, salió rabiando de la taberna entre gritos de muerte y venganza, viendo la turba enardecida el oportunista ***** Al-dim no perdió ocasión y se dirigió a ellos.


    - ¡Hermanos!, ¡seguidme y arrasaremos a esos malnacidos! - Sin perder un segundo se encaminó a grandes zancadas hacia la guarnición de los soldados, que estaban ocupados rechazando el ataque en el puerto y viendo la armería desprotegida la asaltó, cada cual tomó lo que pudo, mazas, espadas, lanzas, escudos, arcos, ballestas, estiletes y dagas.

    - ¡Escuchadme! - Se volvió a dirigir a sus hombres - muchos de aquí sois mineros y entendeis de rocas, mientras los soldados luchan como estúpidos, nosotros haremos algo definitivo para acabar con esta amenaza. ¡Los mineros que me sigan!, el resto permaneced ocultos en las cuevas hasta que veais la señal, entonces atacad.

    - ¿Cual es la señal? - Dijo una voz cascada entre la multitud, probablemente un viejo.

    - ¡Cuando el mar se vuelva negro y un estruendo estremezca la tierra sabreis que es la señal!.


    Dicho esto partió con un grupo de mineros hacia el interior de las montañas, mientras el resto de sus hombres esperaban dentro de las cuevas agazapados, esperando en tensión y con el fuego del odio en sus corazones, ansiando que llegara la hora de la venganza que tan justamente reclamaban.

    Las horas pasaban lentamente, y los sonidos de la batalla se iban haciendo cada vez más tenues, hasta que empezaron a verse soldados corriendo enloquecidos en todas las direcciones, tropezándose con heridos, árboles y rocas por doquier, corrían presa del pánico sin saber hacia donde iban.


    - ¡Huyen como ratas! - se oyó la voz de pito de uno de los emboscados, era un hombre de tez blanca, de unos dos metros de altura, una auténtica mole curtida en los trabajos de las minas.

    - Y como ratas morirán, lo juro por el difunto Sven - siseó su compañero entre dientes, era un hombrecillo moreno enjuto y de pelo rizado, con una mirada firme pero astuta que denotaba una malicia más allá de lo común.

    - Imgard, promete que si caigo en la batalla me vengarás - dijo el hombretón asustado, sin apartar la vista de la entrada de la cueva.

    - Tranquilo Rolf, este será un gran día. - le respondió Imgard, mientras apretaba fuertemente la empuñadura de su daga.


    De repente una explosión sacudió las cuevas, el mundo tembló, un ruido ensordecedor como cién dragones rugiendo a la vez invadió las cuevas, un hombre gritó, los demás se unieron al grito en un frenesí de alaridos y se abalanzaron desde lo alto de las cuevas hacia la ciudad, como una horda de caballos salvajes en estampida... pero de repente se quedaron helados. Un espectáculo abrumador apareció ante sus ojos, el pueblo estaba inundado y por doquier había restos, el barco pirata estaba empotrado contra el bank, con el mastil sobresaliendo por el techo como un arbol de navidad.

    Por aquí y por allá aparecían piratas conmocionados y moribundos, el puerto, la taberna y el fortín y las tiendas habían desaparecido y sólo quedaban de ellas restos de madera esparcidos por todas partes. Al parecer, el pico de la montaña de cove se había derrumbado sellando la bocana del puerto y provocando a su vez una ola gigante que había arrasado a los piratas, y media ciudad.

    De la ladera izquierda de la mole llegó el sonido de un cuerno, ¡era el capitan ***** Al-dim cargando sobre la ciudad! y sin pensarlo dos veces se lanzaron a la carrera, a rematar a los bribones, saltaron sobre ellos sin piedad alguna, derribando, degollando, golpeando, aplastando, matando y saqueando a los saqueadores, cruel broma del destino. Tanta sangre tiño el suelo de Cove, que desde entonces se recuerda como el día del mar rojo.

    Entre los restos desperdigados del barco, apareció un cofre de unos dos metros de largo por uno de ancho, sellado mágicamente y con unas runas de tipo élfico, probablemente era un tesoro perteneciente al jefe elfo de Vesper, el archimago Eanalil. - Bueno, supongo que habrá que pedir rescate por el cofre - dijo ***** Al-dim sonriendo, mientras mordisqueaba el pendiente de oro robado al cadaver de un pirata.



    Y así fue como una panda de abyectos criminales, mineros y pendencieros de taberna se unieron para obtener riquezas fama y poder, y entraron en el reino de Eanalil, y acabaron con Hlaeloth el negro, formaron milicias y conquistaron reinos, pero de sus muchas hazañas ya habrá ocasión de hablar.
    Última edición por Cronista; 23-Dec-2008 a las 19:32

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