Khoredron Arkithas “El Extraño”, Libro Segundo.

Capítulo 1: El Regreso

El viento soplaba tan gélido como nunca en las murallas de aquella ciudad. Entre la espesura podían distinguirse cinco figuras oscuras, que protegidos por la magia del lugar susurraban palabras en una lengua desconocida para la mayoría: el lenguaje de la naturaleza...

La naturaleza... había aprendido mucho sobre ella durante el exilio, un exilio durante el que tantas cosas habían sucedido que casi no lograba recordar mi pasado. Pero poco a poco mi mente se recuperó en aquella cabaña protegida por el bosque. Tras mi marcha de las tierras de Sosaria recorrí grandes caminos junto a antiguos compañeros de los que más tarde me separé. Algún día debía separarme y así lo hice, muy dentro de mí permanecía el motivo principal por el que me convertí en Paladín.

Sí... muchos años atrás a penas pude huir de mis tierras, de los virotes que mi gente nos lanzaba por conflicto de ideologías a mí, a mis compañeros y nuestro maestro, muchos de los que no lograron escapar. Sí... ya lo recuerdo bien, juré que un día volvería allí convertido en un gran guerrero de la luz y que mostraría a todos esos malditos drows lo equivocados que estaban. Después de escapar y andar perdido durante quién sabe cuánto tiempo por aquél interminable bosque, pude encontrar la cabaña protegida por una magia misteriosa, ah... recuerdo, recuerdo aquél cálido lugar y cuánto aprendí de él, y por supuesto recuerdo aquél fino rostro del más delicado linaje élfico que un día apareció en mi vida diciendo " Perdonad las molestias, pero vi una luz y… “ . Isilwen, nunca he podido olvidarla y tampoco he querido hacerlo. Lo que sí quise olvidar (sin éxito) fue su muerte, dejó nuestro mundo mientras la sostenía en mis brazos mostrándome un miedo que jamás había logrado sentir...

Y entonces fue cuando conocí a varios de mis inseparables amigos, y cuando juntos llegamos a la bella ciudad de Trinsic. Allí al fin conseguí tener una vida verdadera y logré convertirme en Paladín, tutelado por viejas glorias como el gran enano Johan The Hammer, o el carismático Chezcovich... recuerdo muchas cosas de mi estancia en Sosaria, muchas guerras, la gente de Eruhîn, los caballeros BdK, la alianza con Hechicero y sus Dioses Todo Poderosos, y con Tzmisce y sus Guardianes, para posteriormente dar paso ala Triada del Equilibrio... Pero por mucho que me gustara aquél lugar, en mi interior sabía que algún día debía volver a mis tierras y así fue como me exilié.

Durante mi camino en el exilio conocí a un ser escalofriante y a su vez extraordinario. Niclaus Alcainus, que me acompañó en mi viaje y me ayudó en muchas batallas que surgieron de vuelta a mi hogar, aquella impresionante ciudad drow que tanto había cambiado. Los elfos oscuros de allí seguían siendo igual de ruines, pero tanto tiempo había pasado y tan grande había sido la influencia de la maldita bruja que nos quiso eliminar en el pasado, que ni si quiera mi familia podía recordar mi rostro. Entonces fue cuando recordé muchas de las conversaciones sobre moralidad que había tenido con mi compañero Niclaus, y junto a él cumplí mi venganza.

Tras todo aquello volvimos al bosque encantado, donde nos esperaban varios de mis antiguos compañeros para comenzar con nuestro propósito. Un entrenamiento colectivo pero individual, un conocimiento mayor de uno mismo unido a la naturaleza, donde apartamos todos nuestros recuerdos y los guardamos en un lugar muy escondido de nuestra mente. Pero mereció la pena, cada uno de nosotros se instruyó junto a la naturaleza en el arte del instinto que teníamos en nuestro interior. En mi caso, descubrí mi verdadero ser en el viento cortante y gélido, sentí mi naturaleza de cazador, analicé y aprendí a controlar mi instinto drow para usarlo en mi beneficio. Cada uno descubrió su bestia interior y debido a ello nos costó después poder volver a recordar nuestro pasado. Pero lo hicimos.

Y así fue como nació nuestra Hermandad.

Más tarde escuchamos noticias de guerra en Sosaria, al parecer habían cambiado mucho las cosas en nuestra ausencia, así como nosotros también habíamos cambiado. La gente cambia, sus ideales cambian y su carácter también, guiados por su experiencia y enriquecimiento propio. Allí habían cambiado y nosotros también, pero algo nos unía, una batalla en la que sentíamos que debíamos participar. Y entonces, mediante mensajes por magia elemental decidimos reencontrarnos y partir.

Así pues allí nos encontrábamos ahora, bajo aquellas familiares murallas complementadas por el enorme edificio de los juzgados. A mi izquierda el honorable Lord Churu, protector de la tierra, gran amigo y justo guerrero; seguido de Lady Mitsune, protectora de la naturaleza, a la que vi crecer y a la que siempre tuve como una hija. A mi derecha Sir Rasel, protector del rayo y tan peligroso como éste, gran compañero de batallas; seguido de Lord Niclaus Alcainus que decidió acompañarnos, portador de las tinieblas, el enigmático y sabio guerrero que tanto me había hecho meditar.

- "Hemos vuelto."- dijo Churu, imponente, antes de que todos cruzásemos el gran portón de Delucia.