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Tema: El monje solitario

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    El monje solitario

    La vida monástica nunca ha sido fácil de llevar para alguien que ha estado viviendo durante años en sociedad. Aquellos que desde que nacimos, sólo hemos conocido esta forma de vida, la amamos y la respetamos por encima de todas las cosas, pero no con ello está exenta de padecimientos y sacrificios.

    La soledad era una buena compañera. No se quejaba de tus acciones. Siempre aprobaba lo que hacías con un largo silencio. A ciertas horas, mi querida compañera se marchaba y dejaba paso a mis compañeros de la Orden, con los que llevaba a cabo las obligaciones religiosas, para luego volver a sus brazos con más ganas que nunca de escuchar todo lo que no decía.

    Esta bella relación fue rota a la muerte de Fray Gregory, quien ostentaba el cargo de Abad. Mis hermanos, me eligieron a mí para ser su sucesor, decisión que fue aprobada por los altos cargos monásticos. Este nuevo cargo me obligaba a abandonar el monasterio más de lo que yo hubiese querido. Comencé a realizar largos viajes por estas tierras. Entablé amistad con personas de a pie y con grandes personalidades, hecho que hizo que me alejara de mis hermanos de orden, de mis oraciones y de la dedicación religiosa que mi cargo precisaba.

    Ayudé a muchas personas jóvenes en este mundo, organicé fiestas y ayudé a todo el que me lo pidió en la lucha contra el mal, pero llevar una sotana requiere otro tipo de responsabilidades, responsabilidades que he dejado de lado.

    Hace poco fui nombrado Gobernador de Vesper. Fue la gota que colmó el vaso.

    -Arrodíllate y confiésate.

    Una voz atronadora sonó en toda la habitación. Sobresaltado me di la vuelta. Mis ojos se cristalizaron en millones de gotas cristalinas mientras observaban la imagen de un ser supremo. Allí, ante mí, se hallaba envuelto en una neblina blanca como la nieve, San Francisco de Asís, Santo Patrón de la Orden Franciscana, la cuál sigue la Regla de San Benito, de la que fue precursor.

    -Fray Claudius, líder de la Orden Franciscana, Gobernador de Vesper. Arrodíllate y confiésate.

    Clavé las rodillas en el suelo y supliqué el perdón.

    -Tarde es para redimir tus pecados. La soberbia te ha invadido y la avaricia ha hecho que abandones a tus hermanos en este vil camino que es la vida. Las ovejas deben volver al rebaño, pero tú ya no eres un buen pastor.

    Mi cuerpo temblaba y era presa de un miedo y un arrepentimiento infinitos.

    -Ya has hecho suficiente. Ahora seré yo el que tome las riendas en tu lugar. Vuelve a tus orígenes Claudius. Enciérrate en el monasterio más remoto y dedícate a rezar. Cuando estés preparado para no cometer los mismo errores vuelve a la sociedad.

    La imagen del santo desapareció poco a poco. Los despachos volvieron a quedarse en silencio y allí me reencontré con mi vieja amiga. Es ella la que me ha obligado a enviar esta misiva para explicar a todos aquellos que les interese la razón de mi desaparición repentina.

    La soledad me hace compañía.

    Que Dios les bendiga a todos ustedes.
    _______________________________
    Fray Claudius. Monje Franciscano

    Última edición por Cupi; 20-Jul-2008 a las 00:50

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