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Tema: El cielo por techo. (2º Certamen Literario Janum Mualem)

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    El cielo por techo. (2º Certamen Literario Janum Mualem)

    Nunca me han gustado las grandes ciudades, y eso, a pesar de haber nacido en una de ellas. Mis recuerdos de infancia en la ciudad de Britain apenas son como un viejo tapiz desgastado y borroso por los años. Tan solo el rostro ajado por las horas al sol de mi madre y la crueldad en los ojos de mi padre.
    Él era miembro de la guardia de la ciudad, trabajo que odiaba y que intentaba sobrellevar emborrachando su cuerpo hasta no tenerse en pie.

    Ante tal situación escapé en cuanto pude. La oportunidad me vino en un día caluroso.
    El alboroto de los vecinos me despertó sobresaltado. A trompicones me encaramé encima de una de las viejas sillas para mirar por la ventana. Ante mí, la guardia galopaba espada en mano al parecer en busca de un atrevido ladrón que había osado robar en plena ciudad de Britain.
    Pasé horas mirando a través de aquellos cristales como si fueran un muro de protección invisible, pensando que nada de lo que acontecía fuera pudiera afectarme. ¡Que equivocado estaba!.
    Al darme la vuelta percibí una sombra oculta en mi habitación. No sabía cómo pero estaba seguro de que alguien ocultaba su presencia.

    - ¡Sal!- dije intentando no subir demasiado la voz- se que eres el ladrón. Confía en mí, te ayudaré.
    Ante mi asombrada mirada una figura se materializó.
    - No grites- susurro en voz queda.
    - No lo haré.
    - ¿Cómo te llamas? – preguntó el Ladrón.
    - Mi nombre es Aaron, tengo 7 años
    - Bien Caballero Aaron de siete años de edad. ¿Cómo piensas ayudarme?- su voz sonaba con cierta incredulidad.
    Odiaba que me trataran como a un idiota por el simple hecho de ser un niño. Si mis padres hubieran estado menos preocupados de ellos mismos y más de mi. Se habrían percatado de mis “habilidades”. Ahora ya era tarde para ellos…
    Agarré con fuerza la mano de aquel intruso y grité.
    - Kal Ort Por.
    Aparecimos en el claro de un bosque. La mirada perpleja del ladrón confirmaba lo que siempre había sospechado, tenía un don.
    - Bien, bien. Increíble Aaron eres el mejor mago de siete años que he conocido.
    No sabía si tomarme aquella frase como un elogio a como una tomadura de pelo. De pronto algo me sacó de mis pensamientos haciéndome reír a carcajadas.
    Aquel hombre se habia transformado en una anciana adorable..plum..un golpe seco y ahora era un noble…plum otro golpe…se había transformado en un elfo drow…así pasé mas de una hora viendo una amplia gama de disfraces. Hasta que por fin.
    - Hola Aaron. Este es mi verdadero aspecto. Mi nombre es Lindert.
    Lindert era un hombre más bien menudo. De nariz pequeña y respingona que le daba cierto aspecto de hurón.
    En los siete años siguientes acompañé a Lindert por toda la geografía de Sosaria. En aquellos felices días me inculcó el amor a los bosques, a los ríos. Pude sentir el viento en mi rostro al galopar sobre un ostard. Pero sobre todo me enseñó los valores de lo que el llamaba los “ladrones de antes”.

    - Nunca robarás a los artesanos Aaron, ellos mantienen a sus familias con el sudor de su frente y las heridas en sus manos.
    - No utilices la fuerza. Bastante daño inflingimos con el robo como para crear heridas físicas. La inteligencia y la destreza son nuestras aliadas. Ocúltate, espera, se paciente y veloz.

    Así fue pasando el tiempo. Poco a poco iba siendo consciente de que mi habilidad para abrir cofres u ocultarme era muy inferior a la de Lindert. Yo tenía otra inquietud: la magia.
    En secreto lanzaba hechizos que había oído recitar a viejos magos en las ciudades. En poco tiempo era capaz de crear mi propia comida y lanzar bolas de fuego.
    Lindert era consciente de mis “secretos” entrenamientos. Pero nunca mencionó nada. La magia era algo demasiado desconocido y oscuro para él.

    Pero como ocurre por costumbre en nuestra tierra, la felicidad es pasajera. Pasábamos la noche en un claro del Condado de Skara Brae. Lindert quería enseñarme las propiedades de una madera mágica que al parecer crecía por aquella zona. Cuando, de pronto una figura roja debido al reflejo de la fogata que acabábamos de encender surgió de la nada. Sus músculos, su rostro, eran como el de una pantera a punto de atacar.
    - ¡Ocúltate! – me grito Lindert mientras desparecía - ¡deprisa!.
    Intenté ocultarme pero mi habilidad no era la suficiente. Noté un golpe seco en mi garganta y como me iba quedando sin aire. La mano del agresor me asfixiaba con la fuerza de un titán.
    Lindert apareció de entre la sombra.
    - No mates al chico, por favor te daré nuestro oro.
    - Vamos anciano dámelo ya, que a este se le termina el aire.
    Lindert sacó todo nuestro oro y se lo dio. Yo suspiré al notar el alivio de sus manos en mi garganta. Hasta que percibí como el agresor echó mano a su espada clavándola en el pecho de Lindert.
    Mis manos se tensaron.
    - ¡Vas Flam! –grité con todas mis fuerzas.
    Lancé una bola de fuego contra aquel repugnante ser. Pero una carcajada fue su respuesta.
    - No tientes a la suerte Chico, el viejo ha muerto. No quieras acompañarle.
    Mi roto corazón comprendió de golpe todo aquello que Lindert había intentado inculcarme. Comprendí la diferencia entre “los ladrones de antes” y estos vulgares asesinos.

    El tiempo siguió pasando a pesar de mi dolor. Comprendí que si quería vivir en paz debería ser fiel a mi mismo y aprender aquello para lo que nací: la magia.
    Me matriculé en la Universidad de Moonglow Allí me convertí en gran maestro mago. Y vagué por los caminos en busca de aquel asesino. La venganza latía en mis venas inundándolas de un calor asesino.
    Ahora, por fin lo encontré. Toda su fuerza no es capaz de liberarle de mi muro paralizante. Le tengo atrapado como una vulgar mosca en una tela de araña. Sus ojos antaño tan fieros como panteras no son más que de gato atemorizado ante los movimientos de mi báculo.

    - ¡No me mates! Por favor…-suplica mientras dos lágrimas recorren sus mejillas.
    - ¿ Cual es tu nombre, Asesino?.
    - Voold. – dijo agitado
    Pensé en las mil formas que durante años había ideado para matarle. Pero en mi mente la voz de Lindert me recordó. Que yo era un “mago de los de antes” no un asesino. Abro su mochila, saco su oro. Agitó el báculo, él grita.
    - Kal Ort Por- me marcho en busca de la felicidad. Sentir el viento en la cara al galopar en un Ostard y disfrutar de la sensación de dormir con el cielo por techo.
    Última edición por Tahur Negro; 06-Apr-2008 a las 20:50

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