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Tema: La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

  1. #1
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    La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

    CAPITULO 1.

    Bosques de Trinsic.
    La mañana se presentaba tranquila y el sol comenzaba su resurgir al este, se desperezaban los árboles saludando con sus frondosas ramas a un nuevo día en las fértiles tierras sureñas.
    Entre los árboles, una joven pastora guiaba a sus siete ovejas por entre la arboleda, relajada y canturreando pues eran tierras seguras éstas. Tras ella, un pequeño de tez oscura y cabellos plateados empujaba a un tierno borreguillo en su intento de que siguiese el paso de los mayores.
    - Lerumar –dijo la muchacha -, así no conseguirás que se mueva, pese a lo que muchos piensen y te digan, incluido tu padre, una simple sonrisa o un gesto puede mover montañas.
    El pequeño se le quedó mirando mientras ella se agachaba a coger una brizna de hierba, se la puso delante de sus labios sujetándola suavemente con sus finos dedos y silbó. Una simple pero preciosa melodía recorrió los alrededores y el borreguillo dejó su empecinamiento para seguir a la mujer, ante la cara boquiabierta del joven semielfo. Su madre se agachó y, dándole la brizna le dijo:
    - Esta es una planta mágica, si aprendes a tocarla antes de que se seque; podrás transmitir su magia a todas las hojas que cojas.
    El niño cogió el “instrumento mágico” con toda su ilusión y se lo puso en la boca, pero fue incapaz de soplarlo, tal como era de esperar. Su madre se echó a reír y continuaron su camino; el pequeño no cejó en su empeño y lo intentó una y otra vez.

    Llegaba el sol ya a colarse por la bóveda del bosque, dibujando un archipiélago de luces y sombras en la alfombra de fresca hierba; ya llegaban a casa cuando el sonido de los cantaros de latón resonaban no muy lejos.
    - Por ahí viene tu padre, y las latas suenan a vacías, debe haberle ido bien.
    Lo cual era un alivio para el pequeño, pues cuando su padre estaba de mal humor tenía cierta tendencia a tomarla con él, después de todo… no era su hijo en verdad. Llegó el hombre hasta ellos, con expresión cansada pero contento, y efectivamente los cántaros iban vacíos y las alforjas de su mula repleta de verduras y embutidos.

    Juntos llegaron hasta su modesta casa en uno de los claros del bosque. La familia dependía única y exclusivamente de sus ovejas pues de ellas obtenían leche y queso que vendían en la ciudad. Nunca les había faltado de nada y, normalmente, hacía su vida apaciblemente en su casa cercana a la ciudad, un lugar frecuentado por cuadrillas de la guardia real y por aventureros que mantenían a raya a las bestias que pudieran rondar el lugar.

    Terelan, el cabeza de familia, se recostaba en su silla preferida con un buen trozo de chorizo y pan, y un vaso de vino en el suelo. Éste hombre parecía haber demostrado una mente muy abierta tras lo sucedido hacía unos años, cuando su prometida quedó encinta, mas no de él, si no de su amante; un elfo oscuro de los páramos del norte que viajaba asiduamente a las tierras de los dragones, Destard, al oeste de Trinsic. Pero el amor hacia su esposa fue mas fuerte y aceptó a regañadientes el presente que con ella venía.
    Pero no pasaba un día en el que Terelan no levantara la voz al pequeño Lerumar, fuera por lo que fuera, el trato hacia su hijastro se endurecía según fuera el humor del hombre.

    Así pasaron días, semanas y meses, llegando el frío invierno.
    Última edición por LerumarV.Eiliss; 24-Oct-2007 a las 10:37

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    Re: La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

    CAPITULO 2

    Era diciembre y los vientos del noreste traían consigo el frío. Al alba, la hierba escarchada empapaba los pies de Lerumar y su madre en su caminar diario hasta prados mas verdes donde sus ovejas pudiesen pastar; había sido un año muy próspero y la familia pudo reformar su casa, incluso habían vendido su vieja mula y habían comprado un caballo.

    Aquella mañana, cuando el sol comenzaba a derretir la fina capa helada formada durante la noche; madre e hijo se sentaban sobre una gran piedra junto al camino, el pequeño ya dominaba a la perfección la flauta de hierba e incluso entonaba alguna que otra melodía y, tal y como su madre le dijera, los animalillos del bosque paraban a escucharle allá donde tocara.

    Lerumar se encontraba jugando lejos de su madre cuando algo le llamó al atención, un caballo negro montado por paró junto a la piedra donde se encontraba la mujer y hablaron, el niño corrió hasta el lugar, pero cuando llegó; el caballero se despidió de la mujer y continuó su marcha.
    - ¿Quien era ese hombre madre?
    - No era más que un aventurero que quería saber si este era el camino a Trinsic –contestó ella, dejando conforme la curiosidad del pequeño.
    - Tenía un caballo muy bonito, pero no me ha dado tiempo a llegar para verlo…
    Ella contestó con una sonrisa. Pasaron las horas y llegaría el momento de volver a casa.

    Ya de vuelta en el hogar, Terelan ya se encontraba allí; parecía que seguían en racha. El joven Lerumar guardó al rebaño en el cercado pero, antes de entrar a casa; un escalofrío recorrió su espalda sintió miedo de girarse y corrió hasta casa. Al llegar, no dijo nada.
    La tarde se presentó nublada, sin duda al romper la helada de la noche comenzaría a llover. El cielo permanecía completamente rojo y los primeros relámpagos comenzaron a brillar al norte, en unas pocas horas la tormenta estaría allí.

    La lluvia ya apretaba, por suerte no tendrían que soportar las molestas goteras pues el tejado de la casa era nuevo, así como el revestimiento de las paredes; así que descansaron plácidamente pese a la fuerte ventisca que azotaba los árboles cercanos.
    Al amanecer Lerumar se desperezó y salió a fuera, cuando el horror le sobrevino al ver que uno de los árboles se había partido y una de las ramas cayó sobre el cercado de las ovejas. En ese mismo momento salió su padre por la puerta entrando en cólera al ver el desastre, como era costumbre la tomó con el pequeño, lo zarandeó y lo lanzó contra el cercado golpeándolo en la cabeza. La sangre se deslizó frente abajo, el pequeño semielfo se puso en pié y corrió hacia el hombre violentamente.
    - ¡Bastardo asqueroso! –exclamó el hombre propinándole una fuerte patada en el pecho-. No vuelvas a casa si no es con todas las ovejas.

    Terelan volvió a casa y empujó a su esposa hacia dentro para que no fuera en busca de su hijo; que permanecía casi sin aliento en el suelo.

    Al cabo de unos minutos, el pequeño se recuperó y con los ojos rebosantes de lágrimas partió en busca de las ovejas. Con el frío calándole los huesos y una fina manta de agua que mojaba sus ropas.
    Última edición por LerumarV.Eiliss; 24-Oct-2007 a las 14:55

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    Re: La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

    CAPITULO 3

    El joven semielfo anduvo por los alrededores de la casa, con la esperanza de que las ovejas no hubiesen escapado muy lejos.

    El frío invernal se le clavaba como cuchillas afiladas, intentó silbar con una brizna de hierba pero sus labios estaban quebrados y sus dedos entumecidos; finalmente, el pequeño se escondió en el hueco del tronco de un viejo roble a la espera de que el sol se colocara en lo mas alto.
    Temblando y empapado continuó su marcha horas más tarde; caminó en la dirección en la que, cada día, sacan a pastar a los animales. Cuando ya se aproximaba al camino hacia Trinsic vio excrementos recientes. El pequeño corrió hacia el camino, pero al llegar a este… recibió un nuevo golpe del destino. Un grupo de orcos arreaba y golpeaba a las ovejas por el camino; gritando y riendo por la suerte que habían tenido al encontrarlas. Lerumar los siguió varios metros, escondido tras los árboles y, muy probablemente no le descubrieron por el barro y el agua que ocultaba su olor.

    Ya pasaba más de una hora desde que empezó a seguirlos y los orcos se alejaban mas y más de la granja, era hora de actuar; el semielfo se armó de valor, cogió un gran palo y corrió hasta las bestias, asestando un fuerte golpe a uno de ellos en la rodilla y tirándolo al suelo. Los orcos saltaron y corrieron asustados, pero pronto se dieron cuenta de que no era más que un niño y lo rodearon.
    - Tuf bichfejo, que hacef?? –dijo el orco más grande en actitud amenazadora.
    - Son las ovejas de mi padre! Sois unos ladrones! –exclamó el niño.
    - Nofotrof no hemof robado nadaf… tu eref el ladrón! Y como no te apfartef feraf también nueftra comida!
    El pequeño Lerumar temblaba de miedo solo de pensar lo que un orco era capaz de hacer con sus frágiles extremidades, de un solo bocado lo partirían como un ala de pollo, mas no dudó un segundo más.
    - Venid a por mi! –gritó blandiendo el palo. El jefe de los orcos hizo una señal y el más bajito andó hacia el pequeño, riendo y fanfarroneando.
    El orco fue a coger al niño por el cabello, mas éste lo esquivó y, con un magistral movimiento golpeó los genitales de la bestia, con tal saña que el crujir se escuchó en medio bosque. Su agresor cayó al suelo desmayado, el niño rompió el palo; aquello le dio ánimos, pero no le duraría mucho porque, al momento; tenia a tres orcos encima sujetándole.
    - Le haf roto lof hevof a Haruff –rió el jefe orco-. Pero ahora moriraf…
    La bestia levantó su hacha contra el niño sujeto, pero justo en el momento en que comenzó su vertiginoso descenso en busca de su cabeza un fuerte silbido rompió el silencio previo a la muerte; el silbido de una flecha que había clavado las manos del orco al árbol que se encontraba cerca de él. Los orcos volvieron a gritar y soltaron al niño, en busca de quien había salido esa flecha. Pero no llegaron a ver nada cuando llegó el momento en que todos se encontraban en el suelo con una clavada en sus cabezas.

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    Re: La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

    CAPITULO 4

    El niño se liberó de las manos inertes de sus captores, que aun sufrían espasmos causados por la lesión en sus cerebros. Entonces corrió asustado pues no sabía de donde había llegado esas flechas pero, al ir a salir del camino alguien le cortó el camino.
    Era aquella extraña figura embutida en un oscuro y duro ropón, sobre aquel ágil y fuerte caballo negro, el miedo se apoderó de Lerumar y quedó paralizado, inmóvil.
    - Tranquilo pequeño –dijo aquel hombre con una cálida voz-, te llevaré a casa a ti y a tus ovejas.

    El enigmático caballero cabalgó tranquilamente hacia la granja sin preguntar rumbo y sin dudar ni un instante, en menos de tres horas estarían allí.

    Al llegar al claro donde estaba la casa, su madre le estaba esperando. Con su rostro de preocupación que cambió a sorpresa al ver a aquel hombre; con el que un día antes nos habíamos cruzado en el camino. Triskal, la mujer; corrió hasta ellos y bajó a Lerumar del caballo dándole un fuerte abrazo y, entre lágrimas; agradeció al caballero el favor de devolverlo al hogar. El hombre descabalgó y se deshizo de su capucha, dejando ver su verdadera naturaleza, era un elfo oscuro; se le veía muy experimentado pues las marcas en su cara lo delataban, debía haber librado grandes y cruentas batallas. Sus ojos, de un color violeta profundo y su cabello plateado contrastaban con su oscura piel ceniza.
    El drow se reverenció ante la mujer y puso su mano sobre el niño.
    - Ha pasado mucho tiempo Triskal –dijo el elfo.- creía que no me conocisteis ayer.
    - Nunca podría olvidar tu mirada Helderen, solo quería evitar preguntas de Lerumar.
    - Este hombre me ha salvado la vida madre –dijo el pequeño interrumpiendo-, unos orcos habían robado las ovejas…
    - Tenéis un hijo muy valiente mi señora, habilidoso si fuera entrenado en el noble arte de la guerra.
    - Posiblemente lo haya heredado de su padre –dijo ella sonriendo y mirando al suelo.
    - Bueno, no pretendo importunaros y si ahora llegara vuestro marido solo os traería problemas. Os ruego que cuidéis de él –añadió el Drow besando la mano de la mujer, Triskal asintió con la cabeza; después Helderen se giró hacia el pequeño y sacó una daga de su ropón-. Lerumar, toma este presente de la noble casta de Veld Eiliss; de tus raíces; cuida de tu madre con tu vida pues dentro, las madres; poseen el gran poder de los dioses ancestrales, el don de generar la vida.

    El niño se quedó asintiendo y boquiabierto, una portentosa daga de mineral de eclipse que fulguraba al recibir los rayos del sol; labrada con los más finos detalles digna del mejor artesano del continente.

    El caballero Drow volvió a montar en su caballo y se alejó bosque a través, ante la mirada anhelante de Triskal, que parecía querer salir corriendo tras él. Lerumar le cogió de la mano.
    - Madre, no te preocupes; yo te protegeré, entrenaré cada día con esta daga y me convertiré en un caballero y seremos una familia rica de la ciudad y todo el mundo nos conocerá.
    - Mi pequeño Lerumar… -dijo tiernamente-, creo que ese futuro nos queda muy grande, es inalcanzable. Será mejor que guardemos las ovejas y arreglemos el cercado antes de que llegue tu padre…
    - Madre… -dijo el pequeño cuando ella se marchaba-, Helderen es mi verdadero padre, ¿verdad?
    Pero su madre simplemente sonrió al niño y siguió caminando hacia los animales.

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    Re: La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

    CAPITULO 5

    Lerumar esperó todo el día sentado en las vallas del cercado, tocando alegres melodías con su flauta de hierba; en espera de que Terelan llegase y lo recompensara, aunque fuera una simple mirada de aprobación.

    Así llegó la tarde, y el hombre llegó; el niño sabía que no debía decir nada de cómo había encontrado a las ovejas, pues tendría que explicar como las salvó de aquellos salvajes orcos. Terelan dio una palmada al chico en la espalda y lo acompañó a la casa, aquella noche cenarían en abundancia para celebrarlo.

    Al día siguiente, Terelan terminó de arreglar las vallas y se dispuso a ordeñar a las ovejas. Un grito rompió el alba y el hombre entró hecho una bestia en la casa.
    - Maldito niñato! Cómo trajiste a las ovejas? A golpes? Su leche se ha agriado!! –El niño se intentaba esconder tras la mesa, su madre se interpuso y Terelan la golpeó haciéndola saltar contra la alacena. Al ver esto el pequeño semielfo entró en colera y corrió a buscar bajo su colchón.
    - Qué haces maldito bastardo? Ahora me amenazas con un abrecartas? –El hombre avanzó hacia Lerumar con intención de arrebatarle la daga que el drow le regalara. Pero en un hábil movimiento el pequeño se libró del agarre y pasó por debajo de su padrastro, éste, nervioso; intentó girarse con la mala fortuna que cayó sobre el niño. Terelan gimió de dolor y el niño rodó, ya no llevaba la daga en la mano. Al ponerse en pie pudo ver como su padrastro sangraba de forma exagerada, el niño quedó paralizado por el miedo.
    - Te voy a matar cerdo! –Malherido, se sacó la daga y al verla comprendió que era un regalo del Drow, había vuelto después de todo, después de que su esposa le prometiera que no lo volvería a ver… Triskal se tambaleaba mareada por el golpe que le propinara contra el mueble, cuando levantó la mirada su marido estaba junto a ella; con una mano apretaba su herida y con la otra sujetaba la daga…
    - Yo… te quiero… -El hombre con lágrimas en los ojos clavó la daga en el pecho de la mujer, causándole la muerte instantánea. Lerumar corrió hasta ellos y se tiró sobre su padrastro, forcejeó con el en vano y terminó herido también, finalmente… Terelan dejó de moverse.

    El pequeño corrió hasta su madre y taponó la herida de su pecho, lloró y gritó, pidió ayuda.
    - Helderen! –gritó una y otra vez, pero nadie vino.

    Empapado en sangre y helado de frío, el niño anduvo sin rumbo, como si se encontrara atrapado en un mal sueño; con la mirada perdida en la inmensidad del océano de caos que se paraba ante él. El bosque había enmudecido, los árboles susurraban sigilosos al paso del niño y parecían señalarlo “mirad, ahí va el asesino; ha matado a su padre y por su culpa han matado a su madre”.

    Cuando ya se terciaba la tarde, el niño cayó rendido a causa de su herida. El dolor se apagaba, sentía la dulce voz de su madre llamándole como cada día en el prado, cuando él intentaba ganar unos minutos jugando con los animales.

    Paz, silencio… si eso era la muerte… ¿quien podría tenerle miedo?

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    Re: La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

    CAPITULO 6

    Fue entonces cuando el pequeño sintió una calida mano que lo alzaba… abrió los ojos y señor muy bien vestido lo estaba subiendo a un caballo.
    - No te preocupes pequeño, te llevaré a la ciudad.

    Lerumar se quedó dormido, arropado por el caballero; cuando volvió a despertar se encontraba en una bonita habitación, todo muy limpio y no había ni rastro de sangre en él. Una mujer entró en la alcoba con un vaso de leche caliente.
    - Hola pequeño –dijo sonriente- no te levantes, aun estas débil –se acercó y le entregó la leche, el pequeño se la tomó de seguido.
    - Me llamo Lerumar, señora…
    - Yo soy ***hanya y mi marido se llama Bernald, fabricamos instrumentos aquí en Trinsic –en ese momento entró el hombre.
    - Al fin se ha despertado, pequeño ¿qué te ha ocurrido?

    Lerumar les contó todo lo ocurrido, entre lloros y lamentos; la pareja se compadeció de él y pensaron que, ya que no tenían hijos, podrían adoptarle. Entonces no tenía más de cinco años.

    Lo instruyeron en el arte de la música, pues además de fabricar, iban de pueblo en pueblo como orquesta.
    Pasaron un par de meses y el destino sonrió a la familia, cuando ya parecía que ***hanya no tendría jamás un hijo, contra todo pronóstico quedó encinta.
    Los regalos colmaron la casa pues era una familia muy querida en la ciudad, mucha gente se pasaba por la casa; muchos nobles propusieron a sus infantes el apalabrar el casamiento del hijo o hija que naciera. Pero Bernald y ***hanya se negaron a tales proposiciones, pues pensaban que su hijo o hija debía seguir su vida y no estar condicionado.
    Así pasaron los días y los meses y, finalmente; ***hanya tuvo una pequeña; Kirhane sería su nombre.

    Pasó el tiempo y la pequeña creció, convirtiéndose una niñita de ojos claros como el mar y de pelo del color de los violines que iluminaba la casa allí por donde correteaba y jugaba. Las visitas de la nobleza se intensificaron y ello hizo subir el negocio familiar, y cuanto más mejoraba su estatus más atenciones recibían.

    Kirhane rápidamente demostró sus habilidades en la creación de instrumentos, y fabricó los mas afinados y perfectos violines, guitarras y laúdes que jamás se hubieran visto en todo el reino.

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    Re: La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

    CAPITULO 7

    Un día, cuando Lerumar cumplía veintiún años, su hermana lo sorprendió con un fabuloso regalo.
    - Toma hermano, lo he fabricado por las noches, mientras dormías –le dijo la joven Kirhane entregándole una funda de lo que parecía ser un laúd. Cuando el semielfo lo cogió pudo ver en los ojos de su hermana el porque de su negativa a todos los pretendientes que se le había presentado, ella sentía por su hermano algo más que amor fraternal, pero mayor fue la sorpresa de Lerumar al darse cuenta de que él sentía lo mismo hacia ella…
    Hubo una pausa mientras el instrumento estaba siendo sujetado por ambos a la vez, ella se ruborizó y lo soltó, dejándoselo a él.
    El semielfo lo abrió y, efectivamente, resultó ser un laúd. De unos acabados preciosos, digno de ser regalado a los dioses. Lerumar abrazó a su hermana.
    - Siempre estaremos juntos –susurró ella ante la sorpresa de su hermano-. Eso pone dentro del Laúd –explicó sonriente-. Nadie podrá separarme de ti, si… si tu quieres claro…
    Entonces un torrente de emociones recorrió el pecho de Lerumar y con ese impulso solo pudo dar una contestación, besó a Kirhane como nunca antes lo había hecho y de una forma que nunca antes había sentido. Después llegó el silencio… ambos se miraron a los ojos…
    - Padre y madre… ¿Qué dirán? –dijo la joven.
    - Espero que lo comprendan… aguardaremos a que padre regrese de su viaje al norte, entonces se lo diremos a los dos.

    Pasó así una semana en que ambos mantuvieron su amor en secreto, oculto a los ojos de su madre hasta la llegada de Bernald.
    Pero la caravana sería portadora de malas noticias, una helada había sorprendido a los músicos de vuelta desde Yew y algunos venían gravemente enfermos, con signos de congelación en manos y pies.

    Kirhane y ***hanya se esmeraron en los cuidados hacia el cabeza de familia, pero finalmente, la infección pudo con él; arrebatándoselo de su lado.
    Toda la ciudad lloró la muerte de Bernald, pero aquella situación hizo que se cotizaran aún mas sus instrumentos; los últimos que creara.
    Y ello aclamó a la codicia y muchos más se interesaron por Kirhane entonces. Los jóvenes no se sentían con fuerzas de hablarle de su amor a su madre, pues el dolor que ella ahora sentía por la desaparición de su marido podría agravarse. Así que la muchacha tuvo que seguir dando negativas a sus inacabables pretendientes.

    Pasaron las semanas y con ellas los meses, ***hanya no salía de su depresión; no comía ni salía a la calle, Kirhane se estaba encargando ahora del taller y del cuidado de la casa; Lerumar se encargaba de hacer las entregas de los instrumentos en la ciudad y de preparar los envíos al norte.

    Pero llegó el fatídico aunque esperado día, su madre finalmente se cansó de vivir y fue a reunirse con Bernald. Así que perdieron a sus padres sin poder decirles finalmente el amor que se procesaban el uno al otro.

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    Re: La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

    CAPITULO 8

    Meses después, la ciudad empezó a hacerse eco de la relación entre los hermanos, siendo comidilla de todos los cotillas del mercado y las cantinas.

    La envidia creció alrededor de la pareja, todos aquellos que anhelaban tanto la belleza de Kirhane como su fortuna no podían más que pensar que su hermano adoptivo la había embaucado desde la niñez con el fin de regentar el negocio familiar.

    Pese a ello el negocio seguía sobre ruedas y no faltó la comida en la casa.

    Un día, cuando Lerumar volvía de una actuación en una fiesta privada, su mujer le invitó a sentarse ante la chimenea.
    - Cariño mío –dijo ella dulcemente- hemos sido bendecidos por los dioses… -sus ojos se mostraron cristalinos y apunto de volcar las lágrimas-, vamos a ser padres.
    - ¿¡En serio!? –exclamó el semielfo con una gran sonrisa- ¿Estás segura?
    - Si mi amor –le contestó abrazándole-, lo siento crecer dentro de mi.
    La pareja disfrutó de aquella noche de felicidad después de tantos meses de dolor.

    El vientre de la mujer crecía y ya se hacía imposible ocultarlo, aquellos rumores que paseaban entre la gente se confirmaban y no tardaría en llegar las primeras represalias.
    Al llegar a casa una noche, Lerumar encontró una carta sin sello, junto a su puerta.

    “Te arrebataré todo de un solo golpe, se lo que eres maldito bastardo”

    El bardo entró en casa airado y arrojó la carta al fuego, su mujer le preguntó que ocurría, pero él no contestó.
    A la mañana siguiente antes de salir…
    - Kirhane mi amor, no dejaré que nada malo os pase –dijo-, cuando tengamos a nuestro hijo viajaremos al norte y dejaremos este nido de envidia y rencor.
    - Pero… ¿de que hablas? –preguntó ella extrañada.
    - No permitiré que os hagan daño, a partir de ahora no saldré de casa más de lo necesario –después salió de casa para hacer la compra.

    Pasaron las semanas y Kirhane casi salía de cuentas, Lerumar no se había separado de ella en todo el tiempo, mas llegó a casa una carta de Lord Fernel Askhar, un terrateniente de Trinsic rogando al bardo que amenizara su fiesta de cumpleaños de su hija; en la carta, Fernel, se declaraba seguidor acérrimo de sus actuaciones así como su hija, que cumplía los doce años.
    El semielfo se negó, pues debía estar con su mujer y más en unos días tan señalados, tarde o temprano daría a luz.
    Pero Kirhane instó a Lerumar a actuar, llevaba mucho tiempo privando a su publico de su arte y para ello le pidió que llevara su laúd.

    Después de darle muchas vueltas, el bardo accedió a tocar en la fiesta, pero no más de una canción, para luego volver con su mujer.

    Así sería, aquel fin de semana, Lerumar salió a medio día hacia las tierras de Fernel; tocó una canción y regresó al anochecer. Al entrar en casa todo estaba en silencio, el semielfo se preocupó y llamó a su mujer. Encendió una luz y entró al salón… todo estaba revuelto y parecía haber signos de pelea, desesperado corrió por la casa llamado a Kirhane. Al volver a la entrada vio que en el suelo había manchas de sangre y todo mojado… ¿era posible que su mujer se pusiera de parto?

    Salió de la casa y vio un rastro, pero no se dirigía al curandero ni a casa de Jessya; su mejor amiga… Lerumar siguió las manchas de sangre y… la desesperanza llegó cuando el rastro salía de la ciudad y se adentraba en el bosque…

    - ¿Kirhane…?
    Última edición por LerumarV.Eiliss; 02-Jun-2008 a las 23:40

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    Re: La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

    CAPITULO 9

    Se adentró entre los árboles, al cabo de unos minutos había perdido el rastro, pero no cesaba en su empeño.
    Caminó durante horas en busca de su mujer… pero nada, la noche se cerraba sobre él, la luna se ocultaba tras un velo enrojecido temerosa de presenciar lo que estaba apunto de ocurrir.

    Cuando ya rozaba la media noche, entre unos arbustos, el semielfo vio la figura tumbada de una mujer. Al acercarse sus pies se empaparon en sangre y calló fulminado al suelo, roto por el dolor cuando, entre los rojizos cabellos, vislumbró aquellos dulces ojos, ahora vidriosos y llenos de sufrimiento.
    Lerumar se arrastró hasta su mujer, tenía la ropa arrancada; fría como el hielo se sujetaba el vientre, lleno de cortes y perforaciones. La abrazó y su alarido de dolor hubo de ser escuchado en todo Sosaria, su amada Kirhane y el tesoro que guardaba en su interior les habían sido arrebatados a sangre fría.
    Con todo el dolor, sacó fuerzas de su rabia y llevó el cuerpo hasta la ciudad; allí pidió ayuda a la guardia.
    Rápidamente una patrulla l e socorrió y los llevaron al curandero, pero ella llevaba ya varias horas muertas y su alma había abandonado ya el plano de los mortales, era imposible su curación.

    Pero el semielfo hacía tiempo que había perdido la noción del tiempo, del espacio y el conocimiento, en su mente solo rondaba la idea de que él era el culpable de la desgracia, que por su naturaleza había puesto en peligro desde siempre la vida de Kirhane, que no debió marcharse a aquella actuación… que tal vez, debió haber muerto a manos de su padre, el pastor; Terelan.

    Pero no había terminado la noche cuando un mando de la guardia entró en el edificio, se acercó al curandero y l e dijo unas palabras al oído, después se marchó.
    - Milord –dijo el curandero a Lerumar-. Vuestra esposa ha sido atacada por bestias salvajes –sus palabras parecían forzadas y no fue capaz de decirlo mirándole a la cara.
    - ¿Qué decís? –exclamó poniéndose en pie- ¿bestias salvajes armadas con espada?¡ No creo que una panda de orcos haya sido capaz de entrar en mi casa y raptado y matado a mi mujer!
    - Lo siento pero es todo lo que puedo hacer, tendréis que afrontarlo… -una vez más evitaba la mirada acusadora del semielfo-. Mañana será enterrada en el panteón familiar, junto a su padre y madre.
    - Se que ese guardia fuerza vuestras palabras… sea pues, pero esto no acabará así.

    A la mañana siguiente Kirhane reposaría en el panteón familiar, muchos amigos y otros muchos curiosos acudieron al lugar, Lerumar se percató de que muchas de las miradas de los presentes se fijaban en él, casi podía oir las palabras a través de los pensamientos, palabras que llevaba oyendo desde pequeño… “Seguro que el bastardo quiere la fortuna de la familia” o “Pobre Kirhane, ha sido una marioneta en las manos de un diablo”.

    Cuando fue puesta la ultima piedra sobre el ataúd de la mujer, Lerumar volvió a casa. Todo estaba tal y como lo dejó la noche anterior. Cogió su laúd y salió de allí, dejando atrás la ciudad que le dio la espalda y no descansó hasta verlo morir en vida.

    Tal vez el curandero tenía razón, había llegado el momento de afrontar su sino, dejar de intentar ser un humano y comenzar a ser un Drow.
    Última edición por LerumarV.Eiliss; 29-Feb-2008 a las 19:29

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    Re: La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

    CAPITULO 10

    Anduvo durante días, perdido en el bosque le vio nacer. El buen tiempo estival le permitió dormir a la intemperie, con el único riesgo de ser atacado por bestias o maleantes.
    Pero poco a poco la moral del semielfo se desgastaba, cada día que pasaba tenía menos fuerzas para buscar comida; sus ropas se ajaron por la humedad y los enganchones al caminar por los frondosos bosques del sur.

    Cuando ya se contaban aproximadamente dos meses desde su partida, Lerumar se encontraba muy desmejorado, ni siquiera sentía la necesidad de tocar el laúd que Kirhane le regalara. Estaba totalmente perdido en el bosque, sin rumbo fijo.

    Un día, cuando caminaba por una vereda rumbo al norte; escuchó cascos de caballos aproximándose y un carruaje. Lerumar se giró y pudo ver a tres hombres y una mujer que se paraban tras el.
    - Vamo’ Efelde’, ‘olo e’ un mendigo perdio en el bo’que… ‘eguro que no tiene na’.
    - Con estas cosas nunca se sabe Samuel, puede ser un noble que se ha perdido y podemos pedir un buen rescate –dijo el que parecía ser el jefe de una panda de ladrones- Eh tú, el elfo… -exclamó dirigiéndose a Lerumar en su caballo y cortándole el paso, pero este no respondió-. Te estoy hablando! –entonces vio la funda del laúd-. Eres un bardo, joder! Tienes que ser muy malo para encontrarte en ese estado tan lamentable! –rió el hombre.
    - Podríamos “contratarlo” –propuso la mujer-, tal vez amenice nuestras cenas.
    - ¿Aca’o no di’fruta’ con nue’tro’ cantico’?
    - Disfruto más del día de la matanza del cochino en mi pueblo –contestó la muchacha-. Por muy mal que lo haga este, seguro que es mejor que vosotros; al menos él lleva un laúd, vosotros solo sabéis tocar la cacerola y la botella de anís.
    - ¿Qué te parece Bardo? –preguntó Efeldes- No somos mas que una banda de aventureros que se ganan la vida con el noble arte del hurto, ladrones nos llaman los incultos… no tienen ni idea de cuan complejo es nuestro oficio.

    Lerumar miró a su alrededor, estaba desfallecido por el cansancio. Si no aceptaba pronto llegaría el otoño y con el las lluvias y las primeras heladas, así que finalmente aceptó.
    Se presentó ante el grupo y a cambio de comida y ropajes les prometió amenizarles las noches hasta que llegasen a su destino.

    Pasaron días y semanas, noche tras noche se sentaban junto a él y quedaban embelesados por su música, durmiendo después plácidamente después de los duros días de asaltos en los caminos y a las granjas en busca de comida.

    El semielfo entabló rápidamente amistad con Esyllan, la joven del grupo. Era muy hábil en el campo de la alquimia y enseño a hacer algunas pociones y ungüentos.
    Poco a poco se integró en el grupo, aunque no le gustaba las actividades a las que se dedicaban… eran buenas personas en el fondo.

    Un día, Lerumar se dirigió a Efeldes.
    - Llevamos meses de un lado a otro, os dije que os acompañaría hasta llegar a vuestro destino… mas me parece que no tenéis una meta fija.
    - Mi amigo, sois libre de marcharos cuando queráis. Pensé que si seguíais con nosotros era por que os sentíais cómodo así –estas palabras sorprendieron en parte al semielfo, pues el sentía que para Efeldes no era más que un objeto más conseguido en el camino.
    - Siendo así, me quedaré con vosotros hasta el final –concluyó Lerumar con un apretón de manos.

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    Re: La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

    CAPITULO 11

    Aquella misma noche, bajo la tranquilidad de un manto estrellado coronado por la luna en lo más alto, Efeldes acompañó a Lerumar hasta uno de los baúles de los que nunca se separaba.
    Lo abrió tras sacar la llave de su bolso.
    - Coge lo que desees –dijo el jefe de la banda en un tono amigable-. Tómalo como un regalo, lo que desees.

    El semielfo, sorprendido, miró la caja; en ella podían verse varios tomos de magia, algunas joyas, armas y objetos raros; pero solo uno llamó verdaderamente la atención de éste. Un pequeño collar discreto, pero hermoso, con una piedra de onix engastada en un anillo labrado, muchos recuerdos vinieron a la cabeza de Lerumar; aquel colgante se lo había visto a su madre, Triskal; lo tenía escondido en una tabla suelta en la pared de su granja.
    - ¿Es bonito verdad? –comentó el bandido-, no debe tener mucho valor pero la calidad de sus figuras son impresionantes.
    El semielfo cogió el colgante y, callado, se lo guardó. Aquella noche, como todas las noches, se reunirían alrededor de la hoguera a comer, beber y cantar. Pero en esta ocasión el bardo permaneció en silencio, pensativo y ausente.

    - ¿Qué te pa’a hoy Leruma’? Ta’ mu’ calla’o
    - Eso Lerumar, ¿hoy no tocas? –dijo la alegre Esyllan.
    El semielfo tomó su laúd.
    - Yo… hoy no tengo ánimo de tocar –no paraba de pensar que aquellos bandidos habían saqueado su vieja granja y a saber que tropelías habían causado en ella, como para encontrar aquel objeto-. Pero… tal vez…
    Los dedos de Lerumar comenzaron a pulsar las cuerdas y una suave melodía resonó por entre los árboles, poco a poco fue aumentando el tempo y la intensidad de la música; era una canción que desconocía como si sus manos estuvieran creando las notas en ese momento. El grupo permanecía atónito ante la belleza de la música. Pero, de repente; Efeldes rompió el silencio y gritó:
    - ¿Por qué no te lanzas ya sobre el bardo maldita furcia? –amenazando a Esyllan.
    - Pero ¿de qué hablas? –contestó ella poniéndose en pie, mientras tanto Lerumar no dejaba de tocar. Efeldes alzó su mano para golpear a la muchacha pero Samuel lo paró.
    - ¡Como toque’ a E’yllan te rebiento ba’tardo!

    Entonces el grupo entero se puso en pie y comenzó a discutir. El bardo cada vez tocaba más y más rápido, las dagas comenzaron a salir de sus fundas y comenzó una trifulca. La sangre salpicó la tierra y los hombres fueron cayendo con graves heridas.
    De repente, en pleno frenesí una de las cuerdas saltó y Lerumar paró de tocar.

    Silencio…
    Última edición por LerumarV.Eiliss; 14-Mar-2008 a las 13:54

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    Re: La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

    CAPITULO 13

    Le ardían las yemas de los dedos, como si de ellas hubiese brotado un torrente de fuego. Se percató entonces que estaba salpicado de sangre y que, a su alrededor, yacían los cuerpos moribundos de sus, hasta ahora, compañeros de viaje.

    Lerumar se puso en pie, vacilante pasó entre ellos. Cuando comenzaba a alejarse, algo le hizo darse la vuelta; un ultimo suspiro, la expiración de Esyllan que se había arrastrado hasta llegar al cadáver de Efeldes para abrazarlo y, finalmente, morir allí.

    Entonces el semielfo se derrumbó, se dio cuenta al fin que había consumado venganza contra gente inocente, gente que en ningún momento juzgó su procedencia ni su raza. Derrotado por la culpa cavó las tumbas durante toda la noche, parando solo cuando el llanto no le dejaba sujetar la pala. Al atardecer del día siguiente, Lerumar se alejó de los caminos, fundiéndose una vez más entre los árboles del bosque.
    Procurar estar alejado de todo atisbo de civilización, viviendo de las plantas y los animales que conseguía cazar. En muy poco tiempo adquirió grandes dotes de supervivencia, pero no se asentó en un lugar.

    Pasaron algunos años y el bardo no había desenfundado su laúd desde aquel fatídico día, su cuerpo se había habituado a aquella forma de vida y casi era uno con la naturaleza, era capaz de no ser visto si no lo deseaba. Un pequeño arco, posiblemente extraviado por algún aventurero, y las flechas que él mismo creaba, era su única arma.
    Así vivió por los bosques de Yew, emigrando a las cercanías de Skara en invierno, huyendo del frío.

    Pero aquel vagar no se alargaría mucho más, una tarde lluviosa que caminaba por las cercanías de Destard, se percató de unos extraños ruidos que procedían de detrás de unos arbustos; manteniéndose en guardia y con su arco listo. Rodeó el matorral y vio a un joven humano caído en el suelo, con una profunda herida en su pecho.
    El semielfo fue atravesado por la mirada de desesperación de aquel muchacho y se vio obligado a ayudarle.
    Con unos compuestos de hierbas y otros elementos desinfectó la herida, para después cerrarla a fuego.

    Lerumar cuidó de él durante unos días, mientras el herido permaneció inconsciente y con fiebres. Los conocimientos que el bardo adquirió de Esyllan y los puesto en practica en sus ultimos años le estaban salvando la vida a aquel hombre.

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    Re: La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

    CAPITULO 14

    Agradecido, aquel hombre se presentó como Alaster, el jefe de un pequeño grupo de hombres y mujeres que vivían en las cercanías de Destard ayudando a los aventureros que venían en busca de fama y fortuna a la cueva de los dragones.
    No debía tener mas de veinticinco años, pero su cuerpo estaba lleno de cicatrices, tallado por las garras, fauces y llamas de los dragones a los que había conseguido abatir con su arco.

    Alaster ofreció a Lerumar unirse a su grupo cuando supo que era bardo al ver su laúd. Al principio el semielfo se mostró reacio, desde lo ocurrido con su anterior grupo no había vuelto a acariciar las cuerdas de su instrumento; pero finalmente aceptó la oferta del aventurero.

    Le acompañó durante un par de días hasta llegar a su campamento, a escasos kilómetros al sur de la puerta de Destard.
    Pese a que no eran muchos y estaban apartados de la vida en la ciudad, se podía ver que disfrutaban de su existencia y no les faltaba ningún lujo. Buenas ropas y armaduras, el mejor armamento, comida de calidad pues algunos cuidaban de animales y cada día alguien se acercaba a Skara Brae a hacer la compra. Sin duda, la caza de dragones les había sido rentable hasta ahora.
    Con la llegada de Lerumar se enrareció el ambiente a causa de su raza mestiza, los que allí estaban veían a los elfos oscuros como otra bestia más a la que darle muerte; pero el bardo no tardó en convencerles que el no era un animal, ni era malvado; no era más que un alma errante que por casualidades del destino había venido a parar entre ellos fruto de su buen hacer y de la hospitalidad de Alaster. Con el paso de los meses el semielfo volvió a tocar, una vez más, cada noche, al irse el sol; desenfundaba su laúd para disfrute del resto después de la dura jornada de trabajo.

    Pero el tiempo, implacable, avanzaba sin remedio. El grupo poco a poco se fue fragmentando, algunos se marcharon a las ciudades cansados de su vida en el bosque; otros murieron en las profundidades de las montañas. Lerumar se había conseguido integrar perfectamente y se había convertido en la mano derecha de Alaster, habiéndose salvado la vida el uno al otro más de una vez en sus combates contra los dragones. El semielfo había conseguido dominar la magia a unos niveles altos, capaz de invocar tormentas y explosiones que dañaban seriamente a las bestias con las que se enfrentaban, y con su música era capaz de calmar a los más fieros dragones.

    Pero el cabello de Alaster se había tornado blanco, sus ojos ya o diferenciaban a un dragón de un perro y su mente a veces no discernía entre lo que era real y lo que no. El crepúsculo de los mortales, aquello que tanto envidiaba el semielfo.

    - Lerumar… -dijo aquella noche con voz cansada.
    - Estoy a vuestro lado –contestó acercándose para oírle.
    - Ha llegado mi momento amigo… el tiempo por ti no pasa, pero mi barco está a punto de zarpar –el anciano comenzó a incorporarse con ayuda del bardo.
    Se encaminó hasta su viejo baúl polvoriento y de él sacó su arco. Se tambaleó bajo la atenta mirada de su amigo hasta salir de la cabaña
    Con extrema dificultad cargó su arco con una flecha de plata y lo tensó sacando fuerzas de donde ya no había.
    - Que esta última flecha de plata guíe mi alma hasta las estrellas.
    El proyectil voló hasta perderse en el cielo cual estrella fugaz, entonces, de pie… expiró.
    Lerumar llegó hasta él, ya no había nadie en el campamento. Mirando al cielo estrellado, Alaster, cuya alma había viajado atada a la flecha lanzada. Lo cogió entre sus brazos y lo llevó a la cabaña; recogió sus ropas y su laúd y se paró ante la puerta.

    Dejaba atrás su cuarta vida, su alma no abandonaba el cuerpo pero sentía como parte de él moría cada vez. Cogió una antorcha y la lanzó al interior de la cabaña de madera que ardió rápidamente.

    Tal vez había llegado la hora de volver… sus pasos se volvieron a encaminar hacia Trinsic.

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    Re: La Máscara del Bardo (Reedición 2º Aniversario)

    CAPITULO 15 (FINAL)

    Cansado después de vagar por los bosques más de cien años, Lerumar se encontraba cerca la ciudad que lo acogió en su niñez, aquellas murallas de arenisca que dentro guardaban sus recuerdos dulces a la vez que amargos, aquellas murallas de arenisca que hacía cien años le parecieron tan altas que le taparon la luz del sol sumiéndolo en las sombras.

    Aquella noche la pasaría en las afueras de la ciudad, apenas quedaba en su mente el leve recuerdo ya de su bonita granja donde su madre le enseñaba a silbar con una brizna de hierba… atrás quedaba ya el recuerdo de su próspera vida con la familia de papá Bernald y mamá ***hanya… atrás quedó también, enjaulado tras las cuerdas de un laúd preciado, su corazón marchito por la muerte de Kirhane… aquel pintoresco grupo de ladrones y Alaster, el valiente arquero.

    Embelesado por el rumor del viento que tantos pensamientos pasados, acariciaba su Laúd. Entonces, en mitad de la meditación, algo le sobresaltó.
    Habían pasado más de cien años, en su búsqueda por encontrar aquello que creía perdido. Lerumar sacó sus herramientas y desarmó el instrumento…

    “Siempre estaremos juntos”

    Una lágrima se precipitó por su mejilla al recordar aquel abrazo el día que se lo regaló, aquella declaración de amor silenciosa que tan feliz les hizo.
    Entonces comprendió, fuera como fuere, Kirhane ya estaría muerta como humana que era, pero ¿qué era la muerte? Una vez llega cada uno elije su paraíso, Alaster se lo hizo comprender cuando unió su alma a su flecha más preciada y voló junto a las estrellas. Kirhane, cuando fabricó el Laúd dejó un lazo para que nunca se perdiera, siempre estaría allí. Sabiendo que llegaría el día en que ella dejaría el mundo de los mortales por una causa o por otra y Lerumar debía continuar con su inmortalidad.

    Un suave calor reconfortó al semielfo que se giró, y pudo ver como una figura etérea se acercaba hasta él.
    - No te mentí mi amor –le dijo abrazándolo, pudiendo sentir su aliento en su cuello-. Siempre he estado contigo y siempre estaré…
    Cuando Lerumar abrió de nuevo los ojos ya no estaba…

    Reconfortado, se armó de valor y se encaminó a las puertas de la ciudad de Trinsic. Llevaría a cabo aquel sueño que compartía con su amada, llevar la música y la cultura hasta los confines de Sosaria y que no quedara en el mundo niño, mujer, hombre, orco o dragón que no quedara maravillado ante las notas de aquella obra de arte que era el Laúd de Kirhane.


    FINAL DE LA PRIMERA PARTE.



    Mis totales agradecimientos a aquellos que me ayudaron en mis primeros pasos como lo fueron Glacius, que me indicó como dar los primeros pasos y me dio un techo en el que resguardarme; el Conde Madmax, que me ofreció un contrato de trabajo por anunciar sus tiendas y posteriormente me dejó usar sus instalaciones para mis fiestas; y por supuesto al clan Dark Spirit que me apoyaron incondicionalmente para mi nombramiento como Gobernador, en especial a Ashyra, Dzian Envett y Suka.
    Sin olvidar los pasos posteriores, aquellas personas que habéis hecho que cada día que paso en este lugar merezca la pena, mi hada Nara Nodwyn, Rakel Winchester, Eldrion Assemer y el resto de Moonglows y amigos, que necesitaría un foro para mí solo para poner vuestros nombres; a todos, Gracias.

    Sin más… un saludo y hasta la próxima entrega.

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